Desde el título, sorprende el libro. Su prologuista, grande, Juan Antonio González Iglesias, dice de él que "todo título es una promesa" y habla también que es una palabra que "se usa en el lenguaje de la gente sencilla como un vocativo verdadero". Tan prometedor y verdadero el título como el resto del libro. Sencillo en su contenido, pero acendrada su palabra en la mejor tradición del dominio de la imagen de nuestros clásicos.
Isla Correyero muestra en esta antología de qué está hecha su mirada. Y lo contiene casi todo: el dolor ("Y sobre todo, sobre todos los seres de este mundo,/ yo escribo para él, tú ya lo sabes, para él, que se/ ha ido en esta primavera y se ha llevado todo mi/ derrumbado diccionaario de la medicina."), y también la esperanza ("Hoy sin embargo aparto de mí toda desdicha sintiendo/ que ya he saldado mi parte equitativa de infortunio/ y me ciño sólo a esta calmante sensación de amor y/ dignidad/ bajo el nogal frente al agua/ ante este breve tesoro de la vida que se derrama sobre mí/ y las negras noticias ya lejanas de la televisión/ con alguna esperanza sin oscuridad bajo esta indicada/ medicina al sol/ bajo este vivo estruendo de árboles y pájaros").
Mi bien es para la autora -por supuesto- la poesía y, con ella, todas las cosas que contiene, es decir, toda la vida... Y con esa misma sensación regresa el lector del viaje hermoso de su lectura, lleno de bien para poder seguir respirando profundamente en el quehacer de cada día.