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Interferencias

Ninguna voz procede del vacío. Todas las palabras pasadas, presentes y futuras interfieren entre sí. Somos lo que hemos escuchado, hablamos las palabras de la tribu, nombramos con los nombres que nos legaron nuestros antepasados. Pero ningún tiempo lo ha hecho tanto como el nuestro. El Presente padece logorrea, y la traslada a través de sus canales predilectos, definidores por antonomasia de su propio mundo: los medios de comunicación, aunque hoy ya todo es medio y este se ha confundido con el mensaje, como predijera McLuhan.


En el poema ocurre igual que en cualquier otro territorio. Los poemas se enredan como cerezas a otros anteriores. Ningún poeta escribe sobre el aire, sino que construye un edificio de versos que se asientan en estructuras previas, en armazones de temas y de ideas repetidos en cauces y formas nuevas, que hablan entre ellos. Y el diálogo es la base de todo texto, oral o escrito. Por eso hacer conversar el poema con textos procedentes de ámbitos distintos al suyo resulta original y sorprendente. Y esto es lo que ha hecho inteligentemente María Ángeles Pérez López en Interferencias, publicado por La Bella Varsovia.


En esta obra nos encontramos enfrentados tipográficamente, pero situados de manera intercalada, trozos de poemas ajenos y textos procedentes de noticias. Y esta suma genera, a su vez, un nuevo texto. Por tanto, se complejiza toda la estructura del proceso comunicativo habitual, ya que, en lugar de un emisor y un mensaje, nos encontramos con emisores variados, y de igual manera, distintos mensajes generados en la sucesiva interpretación de cada lector. Se trata de un ejercicio de reflexión metapoética -y metalingüística- no explícita muy lúcido.


De aquí que en el texto final “Noticia bibliográfica y otras formas del azar” comience María Ángeles Pérez López refiriéndose a Magritte y a su cuadro titulado “Esto no es una pipa”. Porque como ya sugería el pintor, toda imagen es una representación, y también lo son las palabras, y los poemas, que comunican una forma determinada de ser el mundo, externo a ellos… O quizá no, como pensaban los partidarios de la “Poesía del conocimiento, en la que realidad y poemas iban enhebrados.


Pero no importa si el poema representa o crea la realidad que nombra, porque lo cierto es que, después de él, sí existe una nueva manera de mirar y entender lo nombrado, y de aquí lo interesante, valiente y atrevido de este libro.


Dante dialogando con un informe sobre el paro, en el que “la senda oscura” se vincula a la multiplicación por cuatro del paro de los mayores de 45 años; o los “Cuarenta inviernos” de Shakespeare, con su “juventud, altiva vestidura”, asociados ahora a la cirugía estética de diversas partes del cuerpo, en concreto, tras este verso, la de los pies; Federico García Lorca, con la Enciclopedia del Holocausto; Luis Rosales, con los cortes de luz por el impago tras la crisis… y así, poema tras poema, haciendo golpear dos piedras textuales de las que nace la chispa, de las que nace la hoguera, de las que nace el incendio. Un libro valiente, como un puñetazo de palabras en el estómago.


Porque el libro es también, sobre todo, un índice que apunta a lo injusto de este mundo. Una llamada de atención clarividente ante la que es imposible permanecer inmune.










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