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Después

Después es el último poemario de la escritora argentina Nurit Kasztelan, publicado por Ediciones Liliputienses. En él se comienza narrando la quebradura y la herida (“Una rama de mi familia está rota”), como quien relata una historia desde lejos, o como si se contemplara una foto lejana entre las páginas de una revista. Sorprende el cuidado en la distancia emocional -impostada, se descubre después- del sujeto lírico ante tanto daño.


Avanza el texto acumulando fracturas (“La otra está oxidada”) hasta llegar a la médula del dolor: “La dureza de una madre a medias/ una familia a medias y yo/ qué.” Impresiona, entonces, el verso final constituido por una sola palabra, como el nudo de una cuerda bajo el que colgara el cuerpo. Y es en ese verso, en esa palabra, en ese nudo, donde se agolpa todo el dolor sometido antes.

Esta es la técnica prodigiosa que se utiliza en todo el libro, para cuya dosificación hay que estar especialmente dotada. Narración y aparente desafecto, casi como un informe. Pero el golpe siempre está esperando después, escondido detrás de alguna palabra, detrás de algún verso. Y, aunque, cuando se han leído varios poemas ya se espera, nunca deja de impactar, como ocurre en ese final del poema, “Recuerdos que solo funcionan en formato polaroid”, en el que el futuro se imagina “lleno de caballos galopando” después de reconocer el sujeto lírico que: “Me nubla el exceso de paisaje”.

La madre es la protagonista de los primeros poemas. De ella se recuerda el sonido de sus gritos para cuya descripción escoge la escritora una sinestesia expresivamente visual, los pájaros revoloteando en círculo, el ruido que se escucha por todas partes, como una “pesadilla recurrente”. Gritos ante los que se cierran los ojos, para evitar el miedo, más negro que la propia oscuridad. “Le hubiera cosido los labios para que se callara”, escribe la autora, instalando la expresión cotidiana en lo terrible.

La relación dura con la madre ha sido narrada magistralmente por muchas escritoras. Sylvia Plath llegó a escribir en sus diarios que odiaba a su madre. También es complicada la relación con su celosa madre de Marie, la protagonista de la última novela de Amélie Nothomb, Golpéate el corazón. O la versión masculina de esa relación, brutalmente relatada por la moldava Tatiana Tibuleac en El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes.

Lo cierto es que después de la madre, se derrumba todo. Por ello, también está dañada la experiencia y la mirada sobre el resto de temas que protagonizan el libro: la infancia, los viajes, el amor… y tantos otros temas secundarios, que hablan de lo cotidiano, enhebrados a los principales, que nos dan la medida de la sensibilidad intensa de la escritora. De la infancia que aún dura, ha quedado instalada para siempre la incomprensión ante el funcionamiento del mundo: “Todavía entendés/ sólo la mitad de las cosas del mundo”, escribe la poeta. Y también esa sensación de la ausencia de pertenecer a algo o a alguien, de sentir que todo sobra, y de ruptura: “vos/ y tu antiguo yo/ retándose a duelo”.

De su técnica lírica destacan varios aspectos: El primero, ese cambio de ritmo constante que resalta la íntima movilidad emocional: “Hay una sensación de ajenidad/ no en mí/ sino en las cosas”; o “Ahí estás vos/ con esa necesidad de pertenecer a algo/ y no a alguien”. En segundo lugar, la corporalidad constante en las experiencias menos líricas y habituales: “Quisiera cocinar como una forma/ de pensar con las manos/ pero los platos se acumulan”.

Igualmente, una sensación de angustia casi inapreciable, como esas grietas pequeñas en los muros, tras las que se esconden hendiduras profundas, que parece señalar levemente la tragedia interior: “Es como si leyera sobre lo que no me pasa/ siempre el mismo libro/ abierto en la misma página”. También los versos breves, ya lo hemos señalado, insertos entre otros largos, pero ambos musicales siempre. Finalmente, uno de sus principales logros es ese aparente relato de las emociones frías entre los hechos, como si no fueran importantes, y al que nos referíamos al inicio, pero sobre las que destella lo inesperado, casi siempre en forma de un verso final.

En definitiva, “Después” es un libro inteligente y emocionante. Y Nurit Kasztelan, una escritora lúcida y sorprendente.

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