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FRAGILIDAD

La fragilidad no es una cualidad de la materia, sino de la sensibilidad.

Tiene que ver con sentir la vida como un bastidor horadado por las carcomas de la realidad y sus desvelos. Con las capas heridas del tiempo sobre nuestros ojos.

La vitrina del mundo nos devuelve el rostro de la identidad del cuerpo. Somos tiempo y los minutos nos dejan signados de pequeñas heridas que se van acumulando, para sumarlas en luz o en desencanto.

En el descenso siempre está la herida.

“Las flores negras del pantano/ son voces de hojas caídas./ Todo lo oscuro,/ toda la ruina/ permanece”.[i]

La caída se lleva detrás un trozo de nuestra mirada, y lo que permanece es siempre fluido, lágrimas, lluvia o restos de mar que quedaron estancados en la playa.

Quien les pone nombre huye del frío

“El lenguaje del mar/ es el de los ascetas, el de los ermitaños./ El buscador de esponjas no conoce la nieve”.[ii]

Un estremecimiento cruza un instante la conciencia del hombre. Es su fragilidad la que pronuncia el destello de la presencia de carne y sus afanes sobre el tiempo-

“Coro:/ o / todo esto no es/ más que miseria.”[iii]

Quizá sea la condición de poeta la que le permite hablar. Quizá sea esa misma condición la que le ha salvado de su ceguera profundamente humana y le ha permitido ver y alzar la voz al viento, como una bandera, para decir en pie lo que es, miseria, lo que son la carne y el mundo a su pesar.

La fragilidad es nuestra naturaleza esencial, y también nuestro camino.

A veces lo sabemos y otras no queremos que nos coloquen un espejo frente a nuestra vida. Es como si la historia estuviera fabricada de los granos de la arena de un reloj, y nosotros fuéramos esos granos que se deslizan por la ondulación estrecha de un cristal.

La poesía tiene como misión nombrar ese daño. Decir la herida, lo que se disuelve fácil, porque, antes o después, habremos de volver al polvo o a la grava, por ahora amalgamada por una energía poderosa que no sabemos de dónde procede.

Algunos se atrevieron a nombrarlo, sin voluntad de rehacer nada.

Sólo dando testimonio de su existencia.

“A pesar de Platón y de su estirpe/ hubo quien,/ sin voluntad de rehacer,/ nombró lo roto.”[iv]

[i] Clariond, Jeannette L., Leve Sangre, Zaragoza, Ediciones Monte Carmelo, 2018, p. 41.

[ii] Sánchez, Basilio, He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, Madrid, Visor, 2019, p. 29.

[iii] Salas, Ada, Descendimiento, Valencia, Pre-Textos, 2018, p. 56.

[iv] Castro, Olalla, “Sin voluntad de rehacer”, Inventar el hueso, Valencia, Pre-Textos, 2019, p.15.

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