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Diario de la cuarentena. Día 32


Nunca había mirado tanto al cielo como durante esta cuarentena. Ha escrito Karmelo Iribarren que “una sola nube basta/ para que el sol desaparezca.// Deberíamos/ tomar nota”. Lo que me sorprende de este símil aplicado a la situación actual es que ya hemos tomado nota, es decir, que los ciudadanos se están comportando de manera adecuada y, gracias a la cuarentena, podemos también comprobar cómo de sencillo–otra cosa es que exija un esfuerzo grande– es hacer que vuelva a aparecer el sol.

Tal vez no sea un sol radiante desde el primer día, de ahí que, de cara al futuro, y dado por supuesto que la salud nos acompañe a nosotros y a nuestros seres queridos, dos son las preocupaciones de todos: por un lado, la económica; cómo nos afectará directa e indirectamente a cada uno la crisis posterior a la cuarentena. Creo que tendremos que demostrar generosidad y solidaridad, principalmente, quienes salgan menos perjudicados y hacer de “tutores” para permitir el crecimiento de los más perjudicados. La otra preocupación es de carácter ético y, me atrevo a señalar que, incluso más personal.

Wisława Szymboska, poeta polaca que mereció el Nobel de Literatura en 1996, escribió, en cierta ocasión, a un autor “primerizo” que pretendía publicar en una revista, lo siguiente: “Ha dado usted muestras de una impresionante firmeza de ánimo, tratándose como se trata de un autor primerizo, al mandarnos únicamente cuatro poemas y encima tan cortos que apenas si hemos necesitado un minuto para leerlos”. Y concluía: “Pero ha sido un minuto interesante”. Pienso que en esta línea de preocupación por el prójimo deberían ir nuestras reflexiones éticas cuando volvamos a la normalidad. Ver siempre la parte positiva de cada uno y estimularla como forma de generar energía positiva a nuestro alrededor.



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