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Poema

El poema se escribe solo, cae como la lluvia profundamente transparente, percutiendo sobre el mundo, en el centro del ser: “Si alguien quisiera saber cómo escribo a estas alturas, le sugeriría que preguntara a la lluvia cómo cae, al fruto cómo crece”, escribe Vicente Gallego.[i]

La lluvia cae como el poema, vertical en su asombro, como un perdigón de lágrimas que hace de la escritura salvación. No puede ser de otra manera. Discurre el mundo entretenido en sus afanes, entre garabatos de fiestas y disfraces, en garajes de horas y de sombras, pero el poema llueve siempre como redención, para hacer resplandecer al mundo opaco.

“Es cosa de libélulas” escribe José Hierro[ii], nombrando la fragilidad de la experiencia de la escritura poética, como si de un cristal se tratara, más aún, como si el poema fuera como el ala transparente de una libélula, con su apariencia de lo intacto, y también con su sostén de humo.

El poema permanece siempre en este estado de intemperie. Pero igualmente es el espacio del prodigio incomprensible -incluso- para su creador. “Un día algo despierta en el recinto silencioso/ -resurrección o transfiguración-:/ ya no es el tejedor apresurado de la saliva de oro/ sino una mariposa”[iii]. Así las alas de los versos, que van de la delgadez al resplandor del vuelo en su espectro de campanas y de incendios en el aire.

“Escribo como el que oye el habla de los pájaros y nada ambiciona añadiré, pues sabe que ellos se entienden con sus flautas y oboes”, continúa Gallego. Los pájaros inicio, con las huellas de su pisar en la tierra, del símbolo, lo son históricamente de la sabiduría. Sus trinos son los poemas de los limpios de corazón, el cantar que solo escuchan los diáconos de la luz y la verdad. Lengua colmada de carne de misterio, en ellos se suspende la razón y se cobija el inicio de un idioma nuevo que solo es comprendido por los lúcidos.

Suspensión entonces del discurrir lógico y tranquilo. “Se escribe en el interior de un discurso suspendido”, escribe Valente[iv]. El poema fragmenta la arbitrariedad, quiebra la consistencia de lo establecido, rompe los grilletes de lo desgastado, investiga la dimensión de río de la respiración y pone nombres nuevos a los cuerpos.

Qué palabras utilizar es la duda de todo aquel que se acerca con conciencia al lenguaje: “Aún tengo dos o tres cosas que decir. El tiempo pasa. ¿Qué palabras utilizar? […] Y a pesar de todo, aún tengo dos o tres cosas que arrancar del silencio”[v]. Así comienza la obra Hasta la muerte de Amós Oz. Cómo nombrar las cosas, y arrancarlas del silencio. Es la palabra como un pacto con fórceps. Jamás sucede esto en la poesía… “No se hace poesía con el pensamiento, se hace con palabras sueltas, apenas con sonidos, escuchando los asomos musicales, dejándolos decirse desdecirse, casi con nada.”[vi]

Se escribe desde la música, desde las alas, en el hueco, en la profundidad de la semilla desde la que se espera todo, pero un todo lejano que a veces no tiene tiempo de esperar al poeta, y florece después de mucho andar. También se escribe sumergido en el agua bautismal de la mañana, para que el canto resultante vuelva lleno de luz de ese viaje de vuelta al útero materno. Así lo escribe, escogiendo el símbolo sagrado del venado,

Vicente Valero: “Cierto ciervo que vi bebía entonces, lavaba sus heridas invisibles./ Un nuevo idioma renacía a oscuras, temblaba como animal/ nocturno, ardía hasta el amanecer.”[vii]

Las palabras que nos devuelve ese viaje cercano a los milagros ya no le pertenecen al poeta. Él solo es su portador. Como si llevara ya en sus manos un cirio incendiado, cuyo fulgor escapa a sus límites precisos y que incendia todo lo que roza, hasta el amanecer con quien compite en lumbre.



[i] Gallego, Vicente, “El habla de los pájaros”, en Cuadernos de brotes, Madrid, Pre-textos, 2014, p.20.

[ii] Hierro, José, Poesías completas (1947-2002), Visor, Madrid, 2017, p. 625.

[iii] Ibídem, p. 626.

[iv] Valente, José Ángel, Ensayos, Barcelona, Galaxia Gütemberg, 2008, p. 633

[v] Oz, Amós, Hasta la muerte, Madrid, Siruela, 2016. Ebook.

[vi] Gallego, Vicente, “El habla de los pájaros”, en Cuadernos de brotes, Madrid, Pre-textos, 2014, p.20.

[vii] Valero, Vicente, Canción del distraído, Madrid, Vaso Roto, 2015, p. 35.

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