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Cencellada para una noche eterna

Todo esto de la pandemia, al final, como si alguien quedase aún sin saber que tiene que ver con nuestra forma de habitar el mundo, ha venido a juntarse, como tomando su forma, diríamos, con una de las más potentes caras de la Naturaleza, la del frío y la nieve, la del hielo y la escarcha. Ya está claro que el propósito de año nuevo del 2021 (si salimos de ésta) tendrá que ver con el medio ambiente. Mas esta vez los “caminantes blancos” de la Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin (estoy hablando de la serie “Juego de tronos”) han llegado a todos los lugares aposentándose y clavando sus frías y ardientes lanzas en la herida aún abierta de nuestra sociedad.

Por ley lingüística siempre lo malo precede a lo peor, pero lo peor no dura siempre. Y aunque al final, todo esto se irá y el río volverá a su cauce, metro arriba metro abajo, nuestra única duda –lo llevamos diciendo desde marzo– es si, una vez desaparecido aquello que sobrevino con la riada, lo que estaba debajo y fue cubierto durante un tiempo por la helada sobrevivirá o no. El salmantinismo “cencellada”, que titula este comentario, es una imagen perfecta de lo que viene y se va en tan solo unas horas.

Surgen estas reflexiones, contextualizada por la imagen que se acomodó en mi pupila esta mañana al asomarme a la vida, tras leer el hermoso poema de José Luis Puerto en el libro colectivo A poema abierto, publicado por la Universidad de Salamanca para derretir con versos el fuego de la pandemia. Gracias a Amalia Iglesias y a quienes han hecho posible la iniciativa. Los versos de José Luis Puerto dicen así: “Sostenerse en la luz es lo que importa./ Sostenerse en el árbol de la vida,/ En las ramas dichosas del amor,/ En la respiración de lo que existe,/ Latir con los demás,/ Dar la mano a los otros,/ Bajar hasta la plaza/ Donde se afirma el mundo/ Y formar parte siempre/ De esa bóveda airosa/ Donde respira todo lo creado,/ Como sillar humilde,/ Como una pieza más, indispensable,/ De ese templo invisible que es el Cosmos.” Pues eso. Gracias, José Luis.

Foto: Asunción Escribano


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