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EL INFINITO EN LA MIRADA

Alude el autor a un antiguo aforismo según el cual algunas pinturas pueden llegar a ser “una poesía que calla”. El autor es Giorgio Agamben, filósofo. La obra “Studiolo”, en el Renacimiento, “pequeño salón donde el príncipe se retiraba a meditar o leer, rodeado de cuadros que amaba de modo especial”. La editorial a la que hemos de agradecer su traducción y edición: Adriana Hidalgo editora (@ahidalgoeditora). Reflexiones que apenas suponen una hoja en ocasiones. Erudición, pero también sencillez en la mirada. El texto justo para que las imágenes parezcan pequeñas y quiera el lector adentrarse en ellas para ver cuanto describe el filósofo.
El arte como generador de una filosofía de la mirada, de un aprendizaje del ver qué nos dice un cuadro. Como hay una hermenéutica en el comentario de texto, hay unas claves interpretativas del cuadro en estos textos anclados en los detalles de una obra artística a la que el tiempo ha vuelto atemporal: la mirada en los frescos de Pompeya; el silencio en “Analisi di un pavimento”, de Ferroni; la fe de Dostoyevski tambaleándose ante el cuerpo muerto de Cristo pintado por Hans Holbein el Joven; “Las Hilanderas” de la mano de Ovidio; etc. Y al final, ese rostro autorretratado de Gauguin y la constatación reiterada en el libro: cuando resta “lo que no puede decirse”, queda la pintura. Una obra para quien se siente príncipe ya con un libro y en silencio.


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